En cualquier lugar del mundo es posible encontrarse con un grupo de mariachis. En Tucumán cuatro combos se afianzan como referentes del género: los "Mariachis Norteños", pioneros porque introdujeron esta modalidad en la provincia; los "Mariachis del Rey", los "Mariachis de América" y los "Mariachis Guadalupe". La identidad de estos músicos se afirma a partir de sus chaquetas y pantalones adornados con tachas y bordados de arabescos, junto a sombreros mexicanos encendidos de lentejuelas y un pañuelo a manera de singular moño en el cuello.
Las canciones llegan al público matizadas por el particular trasfondo sonoro que les brindan sus instrumentos esenciales: el guitarrón, la guitarra, la vihuela y la trompeta (algunos le suman también el arpa o el violín). La cadencia de los ritmos transita por casamientos, fiestas de 15, cumpleaños, pedidos de matrimonio, reconciliaciones e incluso han sido solicitados para aliviar la aflicción de algún enfermo. Según los propios artistas, en cada presentación ofrecen más que música. Ellos entregan alegría y romanticismo, que son la sustancia de sus homenajes tan solicitados: las serenatas.
Gracias a ellas, algunos de los músicos aventuran la posibilidad de que en el cielo les haya reservado un lugarcito de privilegio, como recompensa por la cantidad de almas que lograron unir. Aseguran que son una especie de cupidos terrenales, con la facultad de atravesar los corazones románticos con sus valses, vidalitas y boleros.
Los mariachis recalcan que con sus rancheras, pasodobles y huapangos pueden moverle los pies al más vergonzoso de la fiesta. Dicen que son capaces de animar el fuego íntimo de la felicidad, de alentar el calor de un beso, de disolver las tristezas, de inducir a la nobleza del perdón. Afirman todo esto con el argumento de que cantando se alegran los corazones. Y la reflexión es que gracias a la mitad de estas habilidades, estos señores ya podrían figurar en la lista de héroes mundiales.
Entrevistamos a cuatro agrupaciones de mariachis. Por medio de sus relatos conocimos el conmovedor mundo de los músicos que, desde su profesión y casi por casualidad, han podido explorar desde muy cerquita la sensibilidad de las personas. Por medio de su arte ellos intervienen para mejorar la vida de muchos. Como los héroes.
MARIACHIS DE AMERICA
La estrategia del candidato ideal
Ulises Correa, de Los Mariachis de América, cuenta una de las anécdotas más románticas que le tocó vivir a lo largo de su carrera. Ella quería casarse. Él trabajaba como viajante y, con la excusa del ahorro y de la espera de un mejor momento financiero, posponía constantemente la fecha de matrimonio. Cuando las cosas comenzaron a ponerse tensas, el muchacho decidió recurrir a los mariachis e ideó un plan: el momento de la sorpresa sería durante la fiesta de cumpleaños de su novia. Ese mismo día, además, en los instantes previos a la fiesta, él le diría que no podría asistir a la celebración. ¿La excusa? Un viaje por razones laborales. Así se hizo y fue grande la desilusión de la enamorada cuando se enteró de que su novio no estaría presente en los festejos, sobre todo porque era demasiado tarde para cancelarlos. Apesadumbrada, continuó con los preparativos y por la noche se dirigió al lugar de la fiesta. Una vez allí todo fue asombro y conmoción: siete u ocho sujetos de chaquetas negras, moños rojos y enormes sombreros salieron a su encuentro. Luego, como surgido de las estrofas de "Cielito lindo", apareció un enorme ramo de rosas y detrás de él, su hombre. Ella soltó las primeras lágrimas de emoción. Él, arrodillado, le propuso matrimonio mientras extendía sus brazos ofreciéndole unas alianzas. Ella se abandonó al llanto y se apresuró a abrazarlo. Él se incorporó y de algún lado extrajo unos papeles que eran, en realidad, mucho más: resultaron ser las escrituras de una casa que había adquirido hacía poco. Ella no podía contener tanta sorpresa. "Decir que reía a carcajadas o que lloraba a gritos era igual de válido. El muchacho era el candidato ideal. A esa altura, hasta nosotros nos queríamos casar con él", confiesa Ulises.
MARIACHIS DEL REY
El sueño de la cartonera y el balcón
Era un 9 de julio. "Los Mariachis del Rey" atravesaban una de las peatonales de la capital tucumana enfundados en sus trajes. Se dirigían a la plaza Independencia, donde se desarrollaría una serie de festejos.
Cuentan los músicos que, con una timidez conmovedora, una cartonera que se encontraba trabajando allí los detuvo para contarles que uno de sus sueños era que un grupo de mariachis le tocase una serenata. "Sin embargo, sé que nunca se me va a cumplir", se atajó ella. Los músicos no dudaron. Sacaron los instrumentos de los estuches y, durante los siguientes 15 minutos, se dedicaron a cumplirle el sueño. Ella lo agradeció con el semblante renovado por una sucesión de sonrisas y lágrimas de alegría.
Luego de este mini recital exclusivo, el grupo continuó su marcha. Cuando llegó a la vereda de la Casa de Gobierno se detuvo frente a las ventanas de la oficina de José Alperovich. "Le hicimos un toque con la trompeta. El gobernador nos escuchó y nos hizo llamar con los policías. Subimos y le tocamos una serenata", reveló Miguel Vildoza, trompetista del grupo.
Los artistas, aún incrédulos, desgranaban huapangos, valses y boleros en el mismísimo Salón Blanco, mientras en la plaza la gente empezaba a congregarse para celebrar. Cuando ellos terminaron su repertorio el mandatario estaba a punto de salir al balcón a saludar a la multitud. Así que los músicos redoblaron la apuesta: "queremos que nos cumpla un sueño -lo interrumpieron-, queremos salir con usted". La petición fue aceptada. "Y ahí salimos con él y, abrazados, saludamos a la gente", relata Vildoza. Un fotógrafo retuvo aquel momento.
"La imagen nos recuerda aquel día en que, durante media hora, tocamos para una señora cartonera y para el gobernador", resumió Vildoza.
MARIACHIS NORTEÑOS
Historias que se sellan con un beso
Si hay algo a lo que están habituados los mariachis es a los besos de las parejas. De hecho, en muchas ocasiones son ellos mismos los que los propician. Aún así, no dejan de sorprenderse cada vez que descubren un nuevo y extraño rincón en el corazón de un enamorado (o un desenamorado). Para ilustrar esto, Los Mariachis Norteños relatan la historia de un joven que, por medio de una amiga en común, logró que la mujer de la que estaba enamorado acudiera a un determinado banco de la plaza Urquiza. Tanto ella como él se conocían, aunque no habían tenido nunca un contacto amoroso. Sin embargo, el plan estaba en marcha.
"Nos acercamos sigilosamente por detrás del banco -cuenta Fabio Ávila, cantante del grupo- e iniciamos la serenata". La joven no salía aún de su sorpresa cuando vio al pretendiente asomarse entre los músicos con un ramo de flores en las manos. Lo desconcertante sucedió cuando el apresurado joven, rodilla en suelo, decidió proponerle matrimonio a la señorita. Más insólito aún: ella respondió que sí y, luego del prematuro compromiso se fusionaron en un exaltado primer beso. Los mariachis, entre confundidos y contentos, acompañaron la escena con un "¡esa, mi compadre!" mientras agitaban los sombrerotes en el aire.
Grande fue también la confusión de los músicos cuando, en otra ocasión, fueron contratados para tocar en un cumpleaños y la agasajada quedó cautivada por el encanto de los artistas. Esto, en el sentido literal. Para ser precisos: quedó fascinada con el cantante del grupo, de manera tal que, en las narices de su novio, se adelantó hacia el músico, lo abrazó y, para el asombro de todos, lo silenció de un beso. La canción se vio interrumpida en la mitad; seguramente, la relación también.
MARIACHIS GUADALUPE
Un vocalista invitado con talento innato
Los Mariachis Guadalupe recibieron la visita de un joven que tenía intenciones de dedicarle una serenata a su novia. La pareja se había peleado y el muchacho quería recuperar el cariño perdido. Para tal fin, veía como condición fundamental su participación activa en el conjunto de los mariachis al momento de la presentación. Sin embargo, había un inconveniente: no sabía ejecutar ningún instrumento.
"No hay problema -reflexionó el joven sin rendirse-. Denme dos meses, tomo clases de guitarra y vuelvo". Evidentemente el amor fortalece voluntades. Al cumplirse ese tiempo, el protagonista se comunicó con los músicos: la hora había llegado.
Los Mariachis Guadalupe le prestaron un traje con sombrero y todo. El integrante "provisorio", no conforme con ello, asistió escoltado por dos amigos disfrazados de mexicanos, con vestuario de cotillón y unos bigotones negros pintados con maquillaje. Con este pintoresco cuadro se encontró la jovencita que motivaba el asunto en la puerta de su casa.
En un gesto de reconciliación, ella le dio permiso al enamorado para que ingresara en la vivienda, precedido por un valsecito. Detrás entraron los payasescos amigos ejecutando guitarras imaginarias, y finalmente los mariachis, armonizando musicalmente la secuencia. Lo curioso es que el músico precoz había desarrollado un talento genuino en la ejecución del instrumento y una muy buena voz para interpretar las canciones del género. Esto sorprendió definitivamente a la chica, que decidió perdonarlo. "Un mes más tarde volvimos a recibir un llamado de él -concluye Juan Nicolás Vera, vocalista de los Guadalupe-. Esta vez quería contratarnos para su casamiento".